"Barcelona es mi esposa y Beirut se ha convertido en mi amante"
JUAN CRUZ - Madrid - 28/02/2007
Maruja Torres, barcelonesa nacida en 1943, vive ahora casi siempre en Beirut, la capital de Líbano, "un país sin futuro". Escritora, periodista, ha hecho de la autobiografía (desde Un calor tan cercano) su modo de referirse a la realidad. Y la de Beirut, y el Líbano, le subleva y le amansa, al mismo tiempo. Sobre esa realidad ahora publica La amante en guerra (Planeta). No olvida Barcelona. "Barcelona es mi esposa y Beirut se ha convertido en mi amante". Ayer presentó en Madrid su libro, y aquí lo cuenta.
JUAN CRUZ - Madrid - 28/02/2007
Maruja Torres, barcelonesa nacida en 1943, vive ahora casi siempre en Beirut, la capital de Líbano, "un país sin futuro". Escritora, periodista, ha hecho de la autobiografía (desde Un calor tan cercano) su modo de referirse a la realidad. Y la de Beirut, y el Líbano, le subleva y le amansa, al mismo tiempo. Sobre esa realidad ahora publica La amante en guerra (Planeta). No olvida Barcelona. "Barcelona es mi esposa y Beirut se ha convertido en mi amante". Ayer presentó en Madrid su libro, y aquí lo cuenta.
Pregunta. ¿Por qué Beirut?
Respuesta. Para respirar. Era una necesidad fisiológica: estar allí, no alejarme. Cuando me fui, la primera vez, sentí que me iba con Beirut dentro; todo a flor de piel; las cosas que me pasaron allí me removieron los cimientos.
P. ¿Por qué?
R. Porque yo estaba aletargada viviendo aquí; escribía, tenía mucho reconocimiento público, pero había perdido a la reportera.
P. ¿Se cansó de Barcelona?
R. No. Siempre digo que Barcelona es mi esposa y Beirut se ha convertido en mi amante. Me cansé de mis paseos por el Ensanche, de mis dry martini con cuatro amigos... Y el último fin de año ya no pude salir con dos de mis más queridos amigos, Manolo Vázquez Montalbán y Terenci Moix, muertos... Y el 5 de enero era el cumpleaños de Terenci, y tampoco podía ser. Me fui a cenar sola a Casa Leopoldo, y luego recorrí todos los barrios en los que había paseado con ellos, y me dije al llegar a casa: "Nena, no más". Y decidí cambiar de sitio, irme a Beirut.
P. ¿Cómo llega a amar Beirut?
R. ¡Tenía una manía por Beirut desde que trabajaba en Fotogramas! También tenía pasión por Chile, pero ahora es un país normalizado. Pero Beirut es una palabra de nuestras vidas; podemos estrellarnos allí y al mismo tiempo te da lecciones de horror.
P. ¿Cómo es la vida cotidiana de un occidental allí?
R. Estupenda. Tenemos un nivel de vida ¡que te permite crear puestos de trabajo! Y darte el gusto de tener una profesora de árabe.
P. ¿Y qué sensación le produce ese contraste con una situación tan dramática?
R. No es tan grave la situación. En contraste con el Magreb, no hay niños muriéndose de hambre en la calle, consumiéndose entre las moscas, así que no se te crea mala conciencia. Lo más grave es que los libaneses carecen de futuro. Se van los jóvenes, y padecen la maldición de matarse entre sí cada 15 años... Se repiten los políticos que tuvieron, y muchos son gentuza impresentable. Eso les ha creado una decepción que les impide reaccionar. La gente joven carece de esperanza, y al mismo tiempo son muy diestros, muy capaces.
P. ¿Cómo se aborda literariamente el drama de Beirut? Dice que su libro es "una casi novela".
R. Es el libro que me ha sido más fácil. Hay libros que "se te dictan", que te eligen, éste es uno de ellos. Libros que te eligen, incluso en la forma. Empezó por el final de mi última experiencia, en agosto de 2006, y fue hacia atrás, recordando, a mi manera, desde el último drama hasta mis primeros recuerdos. De repente se me cruzó la idea de situar en medio del drama a un muchacho que puede tener la edad de un aborto mío. En el libro vamos juntos, perdidos en medio de Beirut, convertidos en personajes de ficción.
P. Una realidad que la convierte en reportera y novelista.
R. Eso es así. La realidad nos da las dos posibilidades, la ficción y el periodismo. Es la consecuencia de estar enamorada de un sitio, vive más que un simple argumento. Cada periodista tiene su Beirut. El de Manu Leguineche es Vietnam; otros tienen Sarajevo, como existió Madrid, o Nápoles, o París...
P. Y el de usted es Beirut...
R. Lo digo en el libro: me encontré con una ciudad fantasmal, demasiada tragedia para su tamaño, demasiados monstruos para una ciudad.
P. ¿El amor por un sitio condiciona su retrato?
R. Nunca he sido objetiva, pero creo que mi subjetividad es muy honesta. Estoy en un sitio, el Líbano, por donde pasa todo lo que ocurre en Oriente Medio. Lo dice Tomás [Alcoverro, corresponsal de La Vanguardia en el Líbano desde hace 40años] y lo dicen muchos: todo pasa por Líbano. El Líbano inventó lo que está pasando en Irak. En el Líbano hay 500 espías de EE UU e Israel tratando de desestabilizarlo todo... metiendo armas en donde ni se sabe...
P. ¿Nunca acabará ese drama?
R. No.
P. ¿Y qué tendría que pasar para que acabe?
R. Que acabara el género humano. Creo que hay sitios que están malditos por la geografía. ¡Imagínate qué pasaría aquí con toda la emigración que viene de África si éste no fuera un país consolidado! Aquél es un mal sitio geográfico que a principios de los sesenta era una bendición... Y después pasó todo lo que está pasando.
P. ¿Cómo es un libanés?
R. Un ser encantador. ¡Un conseguidor, como Agag! Yo los defino con la frase de Tennesee Williams: "Siempre dependí de la amabilidad de los otros". El libanés es muy amable con los extranjeros, ¡lástima que no lo sea con los propios libaneses! ¡A los extranjeros se lo facilitan todo!
P. ¿Y cómo afectan sus dramas a la cultura cotidiana?
R. No hay cultura; reciben el Vanity Fair antes que nadie, pero no hay cultura; se acabó en los sesenta.
P. ¿Y nunca tendrá futuro?
R. Su futuro es éste. Su forma de vivir es ésta. Y sobrevivirá a todos nosotros, la ciudad sobrevive siempre, es una roca. Es como una mujer que pierde a sus hijos, pero vuelve a parir.
P. ¿Su sitio para siempre?
R. Por muy putas que las pase, volveré. Tengo un billete para el 23 de marzo, a las 13.30, con Lufthansa. Con los alemanes sabes que siempre llegas, aunque te den bocadillos helados.
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